Hoy amenazaron nubarrones por la mañana. Fue una falsa alarma. El día transcurrió alegre, ameno y distraído. Seguía sintiendo esa pesadez indeterminada en la espalda, esa estrechez momentánea en la garganta, pero hoy todo eso pasó desapercibido. Vinieron Nagaro y Landa a ayudarle a poner las cosas de Navidad. No tenía paciencia, no soportaba esas manualidades, nunca las soportó, pero quizá era peor imaginarse una casa sin adornar. Se moriría de pena. Recuerda cuando era chico las cadenetas que se llevaban por entonces colgando del techo, el árbol de Navidad viejo y raído, con cuatro bolillas multicolores y picadas. El día de Reyes feliz, aunque escaso. Nunca le traían lo que él pedía. Le explicaban que no habían podido, que no eran ricos, que tenían que repartir lo que había entre todos... Creo que a partir de entonces conoció Trasunto la ansiedad. Ese día no dormía, se le quedaban los ojos casi sin pestañear, el corazón le latía. En una época en la que sólo quería emociones fuertes, salir del aburrimiento, el estrés era lo más positivo. En los meses anteriores soñaba y soñaba con qué le iban a sorprender los Reyes ese año, y se preguntaba, preocupado, si había sido lo suficientemente bueno. Su hermano mayor le cogía en brazos, le subía a la ventana y, señalando a la estrella más grande, le decía: ¿Has visto?, esa estrella no estaba aqui hace unas semanas. Es la carroza de los reyes que ya se acercan, y cuanto más lo hagan, más grande se hará esa estrella. Y Traso la miraba alucinado, con media sonrisa en la que cabían todas las ilusiones del mundo, e intentaba tocar con sus dedillos los rayos que desprendía.
3 Comments:
Muy bueno, Sil.
Silvia:
Que tierno!!!
Pensar que yo también miraba esa estrella...
Los humanos somos muy raros, preferimos la ansiedad y el dolor a la nada. O no ... Como todo, depende de tu historia y circunstancias. Digo yo ...
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