19.2.09

Sé que no la veré nunca. Lo sé. Pero cuando no tienes nada sólo te queda la esperanza. Y a ella me agarro. Aunque no la vea nunca, existe. Me levanta por las mañanas con un abrazo cálido y me duermo arrullado por su voz. Esa voz que sólo me habla a mí, que se abre un hueco entre hombres y hombres para llegar hasta mis oídos. Es una voz oblicua, sé que sólo roza mi imaginación, pero es mía. No puedo conformarme con un todo insípido y todo lo dejé. Por una voz oblicua, pero mía. Dirás que estoy loco, que todo es una mentira enorme y es una lástima perder tu tiempo en fantasías que no llevan a nada. Cierto que no lleva a nada. Mírame. En paro, con crisis de ansiedad por el amplio vacío que se dibuja todos los días. No lleva a nada. Pero qué hago, ¿tirarla a la basura del olvido y quedarme con nada? Es lo único que me queda, Traso. Sí, cuantas más ilusiones me haga, más dura será la caída y la decepción. Lo sé. Pero con que algún lejano día me dé una décima parte de lo que espero, seré feliz. Necesito dedicarle mi vida a algo, a alguien. Y tengo la mala suerte de no ser creyente. ¿Qué me queda entonces, Traso, qué me queda?
Miro los aviones y pienso que ella llega. Sus ojos hablan de pena, de días duros y dolor. Pero viene a mi lado y estoy para eso. Para dibujarle otra cara a las penas, las suyas y las mías. Porque ella me ayudará a tener un sentido por encima de todas mis preocupaciones. Y acabaré dejándolas atrás y ella terminará por ocuparlo todo. Y yo seré para ella lo mismo. El sentido. Ese sentido que muchos mueren sin tenerlo. Eso que hará de una noche indiferente y fría el comienzo de nuestras vidas. Y mirar las estrellas a su lado dejará de significar mirar a los ojos de la soledad, como quien mira a los demás de fiesta mientras no se tiene a nadie, o el mendigo que ve pasar al rico en su cochazo. Ya no. Las estrellas serán también para mí. No me levantaré más bajo tierra. Ni dormiré más en espirales negras sin aire. No. Ahí estará ella que me cogerá de la mano, me dirá lo que espero oir, a la que tendré que consolar, no sólo a mi, con la que maquillaremos las manchas de todo esto.
Y un bello día vendrá y dormiremos en la arena de la playa. Me llevará de borrachera por toda la ciudad, cantaremos gritando en la madrugada, nos dejarán encerrados en un parque al anochecer, nos esconderemos bajo los puentes y las espigas, bailaremos dando codazos a todo el mundo, que nos dejen nuestro sitio. Y terminará las frases que empiezo, nos miraremos y sabremos que nos conocemos de hace mucho. Me contará las aventuras que no me atrevería nunca a vivir y los detalles de su vida tan parecidos a los míos. Pensaré que en el fondo somos lo mismo y no dejarán de ponerse los pelos de punta cada vez que nombres una situación tuya que ya viví, ni cuando hables con frases como las mías. Eso sí, discutiremos, cómo no. Pero no tendrás miedo a decirme todo en la cara, ni a pedir perdón luego. Y te irá, como a mí, la vida en ello. Porque sé que eres así. Porque es tan peligroso perder a lo único que se tiene... Y haremos barbaridades por ese miedo. Pero ese miedo nos recordará que no queremos perdernos...Que somos necesarios.

17.2.09

¿Mis hombres?. Un horror. De los que me enamoré, no se enamoraron de mi. Al menos como yo. Y los que se enamoraron de mí, no eran correspondidos.
Con 15 años conocí a un niño guapo, bueno, tímido. Se sentaba conmigo en clase y era mi vecino. Me acompañaba todos los días a casa. Nos hicimos inseparables de otro chico, Juan, con el que pasábamos juntos casi las 24 horas del día. Los tres éramos de fuera, los demás nos resultaban extraños. Nos asegurábamos que a los 40 años quedaríamos para ver cómo nos iba. Y nos lo juramos por lo más sagrado.
Una noche me acompañó a casa, pero no dejaba irme. Hablaba y hablaba sin decir nada y anduvimos de su casa a la mía casi toda la noche. En una de esas vueltas chocó contra la farola de enfrente. Parece que el golpe le devolvió a la realidad y, por fin, me lo pidió. Le dije que sí (no tenía nada mejor que hacer...).
Paseábamos todas las tardes por ell parque, nos sentábamos en los bancos y, sin tener nada que decir, nos tirábamos margaritas a la cara. Una amiga que a veces se nos unía, era alérgica y lo pasaba fatal con tanta margarita flotando. Nosotros no la creíamos y nos reíamos como locos, como si fuera parte de la broma.
No se me acercó ni una vez. Le daba miedo rozarme, creo. Y, claro, me cansé de tanta relación espiritual...Lo dejé. Por lo visto lo pasó fatal, se volvió medio loco. Empezó a frecuentar demasiadas compañías femeninas, dejó los estudios, se hizo heavy, con los pelos largos, piercings, chupas de cuero y se hizo habitual del alcohol...Hasta que dejó embarazada a una chica. Él tenía 18 años.
A los 19 me lo encontré en las fiestas del pueblo. Con mi complejo de culpa me vi obligada a acercarme y hablarle. Me contó todo. Su niña se llamaba Melina. Habían elegido el nombre por sorteo, él quería que se llamase como su madre, pero ganó ella. Trabajaba de albañil casi 16 horas al día para mantener a su familia. Sus ojos reflejaban una pena infinita, de atrás, y una edad que no se correspondía con sus años. Conversando pasaron las horas y me confesó que seguía acordandose de mí, que estaba loco por no verme en tanto tiempo. Me regaló la cadena que llevaba al cuello y me besó. Después de 4 años, casado, con hijos, llegó lo que tenía que haber llegado antes. Nos seguimos viendo durante esas fiestas. Estaba deseando traerme a su niña para que la viera, "a ver si se le pegaba algo", pero al final no pudo. Cuando volvió a su casa y su rutina me escribió una carta en la que decía que no le gustaba escribir, que se había convertido casi en un analfabeto (él que soñaba con ser poeta), que todo se le había ido de las manos desde que me fui. Se acordaba de mis besos de esos días, ansiaba verme de nuevo y me daba las claves para que le escribiese sin que su mujer se enterase. No le respondí. Le he vuelto a ver años después, ya con más de 30 años. Con una adolescente de la mano, casi más alta que él, con gesto envejecido pero el mismo rostro de niño bueno perdido. O en bailes en las fiestas del pueblo, muy borracho, despeinado y solo.

14.1.09

Ya no es lo mismo. La última vez que la vi estaba más gorda. Y no es la persona que yo creía. En todos estos años ni una llamada, ni un contacto. Me la he cruzado por la calle y se ha hecho la tonta. Sí, ya no es lo mismo, no tengo porqué estar nervioso. Vamos a disimular, haré que busco el móvil, me escondo aqui un poquito para que no me vea desde le...

- Hola, Traso, me alegro de verte.

- ¡Hola!, cuánto tiempo...

- Sí es verdad. ¿Qué tal?.

- Bien, bien, ¿y tú?. -No está más gorda, está igual, qué cara, qué guapa, dios. Yo contento, indiferente... Me da igual. Tendrá novio, mentalízate.

- Mario también ha estado malo, como tú. Tiene problemas de cervicales y el otro día estuvo vomitando.

- Pobre. -Sigue con él. Lo sabía. Hundido, hundido. Levántate aunque sea para disimular, pasar lo que queda de tarde de la mejor manera. Hundido.

Y volvemos a ir al mismo sitio de la última vez. Me ha traido, pero seguro que ni se acuerda. Será habitual para ella. Yo sólo he venido otra vez. Con una golfa. En plan kamikaze. No hace mucho. Qué casualidad. ¿Será para que vea la diferencia?, ¿para que compare y la añore aún más?. Nadie le llega a la suela de los zapatos. En todos estos años. Nadie. Ese gesto como de sueño, apoyada la mano en la mejilla, pero la conozco, en realidad es de interés. Ese pelo desaliñado. Da igual, se ponga lo que se ponga le queda bien. Ese cuello largo, cansado. Ya no me acordaba de su mirada. ¿Por qué estos últimos tiempos la recordaba más fea?. Esa nariz recta, fina, esa cara de rasgos perfectos, como quien no quiere la cosa, sin pintar. A mi me trae una cerveza. Ya llevo dos.

- En la universidad eras muy simpática con todo el mundo y conmigo cortante. Ya te lo comenté. Una vez te dije de ir al cine, en unos horas libres que teníamos, y me contestaste que no, conmigo no. - Menos mal que he bebido, no quiero quedarme con la duda. Aunque me tire a la piscina del ridículo, estoy acostumbrado...

- Ah, ¿sí?. Me sorprende... Siempre intento ser agradable.

- Lo eras, pero había cosas raras, como eso.

- ...

- Bueno, quizá era culpa mía, si te lo hubiera dicho en el momento, seguro que habría detrás una buena explicación, cada uno tiene sus días... -¿Por qué he dicho eso si no lo pienso?. Si se lo hubiera preguntado antes me hubiera encontrado con la misma respuesta que ahora...nada. Lo malo es que sé porqué no responde. Es educada y no es capaz de decir, sé que te gustaba, y no quería darte esperanzas. Y yo con la ilusión de que esos gestos significasen algo, algo bueno. Pero no. Deberías saberlo ya. No hurgues más. Intenta salvar la tarde. Hundido. Hazme creyente del amor. Sólo tú podrías. De hecho ya lo haces con tu novio. Pero claro, yo nunca fui Marios, ni Danieles, ni Pacos. Siempre tuve la desgracia de ser sólo yo. El secundario. El contingente. El agnóstico por necesidad.

- Pues yo rompí con mi novia, ¿te acuerdas?.

- Uy, estos últimos años ha sido tremendo. Casi todos mis amigos han roto también. Debe de ser la edad, uno se hace mayor y se plantea cosas.

- Rompí porque me sentía solo. No era feliz. Y un día, sin pensarlo, la dejé. Ahora estoy solo, pero al menos me siento libre. Me cargué con ello amistades, le sentó fatal a mi familia... Pero soy yo. Decidí no conformarme. El amor no es una apuesta, Melania. Yo me mantuve más tiempo con ella, si te soy sincero, porque tenía en mente una frase que me dijiste una vez, algo así como que nadie sabe si está con la persona adecuada, por eso es como una especia de apuesta, luchar por esa persona, el amor también es lucha. Pero no, Melania. Por supuesto que hay que trabajar para mantener la llama. Pero no es una apuesta, con o sin componente emocional. No. Es amar, es querer perder el tiempo sólo con esa persona, descubrir mutuamente nuevos mundos, que no deje de sorprenderte y que te ayude a no dejar de sorprenderte a ti mismo. No es algo racional, un proyecto que te venga bien o un plan adecuado. No. No eres capaz de elegir. Sólo vas, estás ahi. No puedes hacer otra cosa. Y aunque esto no exista, que en el fondo sé que es así, no me puedo conformar con un "plan adecuado de vida" al lado.

-Pero la racionalidad tiene que entrar. Sino uno se iría con el primero del que se enamorase. O sería capaz de barbaridades. Y no por eso es más amor. Piensa en los malos tratos. Eso es un amor intenso, que creo que es de lo que estás hablando, y sin embargo se dañan.

- Eso no es amor. Es enamoramiento, en todo caso. El miedo a perder el mundo que te has construido con esa persona. Dependencia. Pero amor no. Me niego a pensar que alguien pueda amar y matar a la misma persona.

- Pues es así, ¿nunca has hecho daño intencionalmente a quien amas?.

- Sí, pero es por inseguridad. Si fuese un hombre seguro de mi mismo no intentaría buscar respuestas, y cuando no las encuentro, me vengo. Pero eso no es amor. El amor intenso, único, exista o no, conllevaría que sólo eres feliz con la felicidad de esa persona. Para llamar su atención puedes hacer cosas que van en contra de eso, pero nunca hasta el punto de matarla, verla sufrir siquiera, por definición no se corresponde con la palabra amor, no, es sólo dependencia, inseguridad.

- Son manera distintas de amar, cada uno a su manera, no por eso lo es menos.

- Puede, pero por esas formas de amar no gastaría tiempo en ello. Por eso corté con ella. Puede que me vea solo toda mi vida, y será así, pero al menos no me quedo con la duda de buscar, de haberlo intentando todo por encontrar algo verdadero, algo que de sentido a todo esto, no un mero apoyo, plan, apuesta de vida. - Sólo he encontrado a una mujer que pudiese darme todo eso. Te conozco de años. Y sé que podrías. Pero ahora sales pitando para casa. Él, los Marios, Pacos de siempre, te ha llamado, y tú le dices que me estás acompañando al autobús, que ya mismo vas para casa. Y te vas. Y me dejas pensando que hay pocas cosas verdaderas y que tú eres una de ellas. Volví a recordarte tal y como eras, tal y como te pensaba, te amaba, y me dejas vacío por saber que te vas. Pensando que sólo te he conocido en estos años con novios. Hubo una temporada entre novio y novio en la que no te vi. La vida nos cruzó en los momentos más inadecuados y no me dio la oportunidad de saber quién eres tú sin un hombre al lado. Si, acaso, este que no es Mario ni Paco, los de siempre, podría haberse hecho un hueco en tus rincones o, si por el contrario, me hubieras espantado como me espantas ahora que tienes novio, tan buena y fiel que eres. Por mi parte esperaré siempre sin esperar, porque sé que no tengo nada que esperar, pero sin poder evitar, tampoco, tenerte siempre en el pedestal de mis sueños, ponerme a tus pies si me lo pidieras y rendirte pleitesía y adorarte como al único Dios en el que creo. No me digas que no existe ese amor que busco, no me digas que me modere y me centre con un "plan adecuado de vida". Por ti creo y por ti busco otra que no seas tú. Aunque no tenga tu cara linda, sin retoques, casi inadvertidamente hermosa. Ni tu cuerpo, esbelto debajo de una ropa indiferente a las modas y los gustos de los demás. Ni tu mirada que me ahonda, me socaba y me pregunta que cómo conocí a mi amante inventado. Esa mirada que me saca el corazón por la boca, que me hace chillar y callar al mismo tiempo todo lo que te amo. Esa boca que nombra la palabra seducción como algo ajeno y natural, sin saber que en el lado oscuro de una mujer buena y fiel hay una diosa esculpida para el sexo y con unas manos y una mente para derretir infelicidades. Adiós, Melania. Nos veamos ya o no, adiós. Si nos vemos será como si no nos viésemos, extraños intentando pasar las horas para disimular el desconocimiento que hemos acumulado en tantos años. Simplemente, como bien has dicho de otros amigos, cortesía. A ti sólo te quedará cortesía, y a mi...dolor.

28.12.08

Lo sabía desde el principio. Él me falló hace años y ahora busco como muerta de hambre, amor. Y cuando uno lo hace todo desesperadamente, no puede salir bien. La dignidad la dejamos tirada por el suelo y nos manchamos de todo. Manchas que no se pueden ya quitar, pero que ni importa. Al menos, las manchas son vida. Algo pasó además de moverse el reloj en su ritmo tedioso y angustiante.

Desde hacía tiempo venía persiguiéndome. Te invito a cenar, Melania. Tú qué quieres, enamorarme. Dos mundos distintos. Nos repelíamos por muchas cosas. Él decía que como tocaba en un grupo a las mujeres les parecía erótico festivo y le utilizaban. Que había mucha frivolidad. Yo supongo que le cansé con tanto libro, le parecería pedante. Pero no sabía defenderme frente a tanto mundo. El mío ha sido muy pequeño, casi sólo los libros y no podía recurrir a otras cosas.

Llamó horas después y tuvimos que ir donde él dijo. Mi amiga sólo repetía, "si un hombre quiere algo de tí, ya te buscará, no vayas detrás". Pero yo quería ir. Me repelía, otro mundo, físicamente no era nada, pero quería vivir. Vino, nos tomamos algo los tres y acompañamos a mi amiga a su casa. Después estábamos los dos muy tímidos. No sabíamos qué hablar, ni qué hacer. Así que, en medio de una frase, le corté y le besé. Besos que tenía guardados en mis sueños y que volaban sueltos por ahí. Cerca de una hora tuvimos los labios sin separarlos, jugando, acariciando, oliendo, disfrutando.

Días después, cuando ya pensaba que le habría parecido lo más aburrido de sus abundantes experiencias, me llama y me dice que qué hago al día siguiente. Nada, para variar nada, quedar contigo. Sólo por tres horas. Y llegó tarde. Me llevó a su casa, un piso moderno y en el centro, muy parecido a cómo me imaginé, con carteles de Jimmy Hendrix por las paredes, Blow up, libros de los Beatles, los Rollings, Jazz, DVD de la bola de cristal (¡)... Todo blanco y con un gato pequeño. Me puso un vino y música. B.B.King, Orfeo Negro, Round´midnight... Hasta aquí todo me parecía haberlo visto ya, o muy parecido, en mis sueños. Nada más acabar mi vaso me abordó, se echó encima mía y me besó. Con caricias más largas que el otro día, en medio de la calle. Le quité la camisa, me subió la falda. La música seguía sonando y siempre que se detenía para continuar en la siguiente, nosotros nos quedábamos también a punto de parar. Hasta que, ya casi desnudos, me indicó que le siguiera y fuimos a la cama. Besé y me aprendí de memoria sus tatuajes, su pulsera, su collar hecho a mano por un amigo, sus rizos. Él había dejado cualquier rastro de calidez y, seguro, indiferente y sin violencia llegó a donde quería llegar. Le dije que quería quedarme. Él me respondió que yo tendría problemas si lo hacía, y era cierto. Le respondí que eso era mi problema, pero viendo su reacción, decidí irme. Me acompañó pero llevándome por las calles corriendo, yo a unos metros detrás, no podía seguir sus pasos. Se reia y me decía que claro, con las piernas cortas que tengo... Se esperó un rato conmigo, cantando para sí "My Way" y le dije adiós.

No volvió a llamar, ni a dar muestras de vida.

Y volví a caer en mi misma mierda. No te enteras. Para qué pides sexo si luego sabes que no te basta. Siquiera un gesto de ternura. Nada. Quería llevarme a la cama y le dejé. Se lo puse facilísimo. Y yo ahora con la sensación de puta frustrada. Me queda la duda de si por esa dignidad perdida habría dejado por el camino esos momentos de felicidad y esperanza. Luego destruída, machacada, y que me machaca más aún, si cabe de lo que lo estaba. Pero viví. Dignidad sé que no tengo. ¿Eso qué es?. Pero la angustia me dejó un respiro esos días. Aunque ahora tenga que enfrentarme a una mucho peor...

4.11.08

La calle estaba gris y húmeda. Un frío prematuro le había traido hasta su garganta unos bichitos muy graciosos que se la ponían blanca y hacían que tuviese voz de hombre. Las nubes estaban tan bajas que casi se las podía tocar. Un vaho intermitente la rodeaba. "Para todo esto, de verdad, mejor no estar. Tanto esfuerzo, tanto ir contracorriente, para qué. Para qué. Todo es un teatro. Lo malo no es tan malo, y lo bueno es buenísimo. Todo mentira. Quiero esconderme bajo tierra, que no me vea nadie, como un no nacido, con todos los derechos, el de no nacer, no morir, no sufrir. No creo en cuentos tontos de que todo es para algo, merece la pena... Es mentira. Todo es mentira. Sólo queda aguantar la respiración, entrar en ciertas rutinas, como si fuesen el tren de la bruja, montarse en ello, aguantar los escobazos, hacer como que no te asusta el hombre lobo, y esperar llegar a la meta."

27.6.07

Él nació moreno, con mucho pelo y feo como pegarle a una madre. Fue creciendo igual de feo y muy gordo. Los niños le daban de lado y las niñas se reían de él. Pasó su infancia encerrado en la habitación leyendo toda clase de libros, esperando encontrar uno que le diese la clave de cómo vengarse de todo el mundo. Llegó a los catorce sin un amigo, sin conocer lo que eran los lugares de ocio para chicos de su edad, y hablando como un sabio a sus familiares mayores. Sus tíos y primos le consultaban sobre cualquier problema o duda, nada que él no pudiese solucionar. Y en medio de su enorme biblioteca y la soledad fue alimentando una sabiduría de anciano, una forma de expresión de aristócrata y unos gestos comedidos y serenos. Pero de pronto, en unos pocos meses se convirtió en hombre, un hombre atractivo, un cisne de ojos verdes y piel reluciente. Sus familiares no le conocían, no se atrevían ya a preguntarle nada, su madre se sentía de alguna manera decepcionada, no era su niño, demasiadas connotaciones sexuales para serlo. Su padre empezó a sentir cierta distancia e incomodidad y así, el refugio de sus días, su familia, dejó de serlo. Con 18 años se fue a la universidad, en la que acabó trabajando. Daba conferencias y proyectaba intervenciones, convirtiéndose en el catedrático más joven del país. Pero sin abandonar su mundo de libros, todos estos años experimentó el éxito en un campo extraño para él, e imposible hasta entonces. Las mujeres. Inesperadamente ellas pedían su atención. Incluso demasiado y demasiadas. Al principio se sentía incómodo y lo tomaba como su particular revancha. Pero poco fue acostumbrándose y, sin negar que disfrutaba de la situación, se propuso enamorar al mayor número posible.Él se sentía fuera de peligro. Asqueado por cómo le habían tratado siempre, no podía más que sentir desprecio por todas. No había una que conociese o compitiese en sus intereses intelectuales, lo que hacía aún mayor su desprecio. Con el tiempo, además, se fue puliendo más y más su belleza, él salía ya casi todos los días, aún a costa de no dormir muchas veces, y todos las noches, sin falta, tenía una compañera nueva de colchón.
Les cayó mal desde el principio. Alto, enorme, con hombros en forma de T, pelo largo y castaño y ojos verdes. Demasiado guapo para caer bien a un hombre. Los dos sentados en la mesa más cercana al escenario, y él, sonriente y brillante, apoyado en la barra solo, de blanco entero. Aparecían las mujeres y lo observaban fijamente, intentando capturar su luz, su aroma. Y él, lejano y genial, sonreía a su compañera invisible agachando la cabeza en un gesto de timidez que dulcificaba por un momento su aire de seguridad y aplomo.
En ese momento entró por la puerta Melania. Lo divisó desde lejos, y se fue hacia él. Hablaron percatándose detalle a detalle de sus cuerpos, sus gestos. Y Traso desde su mesa los odiaba, venían de otro mundo desconocido para él de ventajas y glorias. No podía ni imaginar competir con él, con sus ojos almendrados, su aura de fantasma genial, tan grande y tan blanco, tan puro con su sonrisa bordada y su gesto sobrehumano.
Pero entonces vino el desastre. Acercó su mano al cuello de Melania, guardándola debajo de su pelo suelto, recogiendo su barbilla y acariciando sus labios, una limpieza superficial de algo que instantes después besó, con la energía del que sabe que lo hace bien y que tiene entre sus fauces un bocado celestial.

3.4.07

Se estaba peinando y tenía al lado un espejo, así se peinaba por delante y de lado. Pero una ráfaga fría y una sombra le hizo dejar el peine. Nada, el espejo estaba sólo con su imagen. Siguió y de pronto otra vez. Esta vez le miraban. Algo alto, en sombra, fijamente. Con un frío interno se dijo que el espejo volvía a tener sólo su imagen. Y para salir del frío bromeó, tan mala no es mi imagen para eso, no?. Salió, con la excusa de que había terminado, pero ahora una serpiente negra rodeó sus pies. Es el gato. Pero estaba helado.