27.6.07

Les cayó mal desde el principio. Alto, enorme, con hombros en forma de T, pelo largo y castaño y ojos verdes. Demasiado guapo para caer bien a un hombre. Los dos sentados en la mesa más cercana al escenario, y él, sonriente y brillante, apoyado en la barra solo, de blanco entero. Aparecían las mujeres y lo observaban fijamente, intentando capturar su luz, su aroma. Y él, lejano y genial, sonreía a su compañera invisible agachando la cabeza en un gesto de timidez que dulcificaba por un momento su aire de seguridad y aplomo.
En ese momento entró por la puerta Melania. Lo divisó desde lejos, y se fue hacia él. Hablaron percatándose detalle a detalle de sus cuerpos, sus gestos. Y Traso desde su mesa los odiaba, venían de otro mundo desconocido para él de ventajas y glorias. No podía ni imaginar competir con él, con sus ojos almendrados, su aura de fantasma genial, tan grande y tan blanco, tan puro con su sonrisa bordada y su gesto sobrehumano.
Pero entonces vino el desastre. Acercó su mano al cuello de Melania, guardándola debajo de su pelo suelto, recogiendo su barbilla y acariciando sus labios, una limpieza superficial de algo que instantes después besó, con la energía del que sabe que lo hace bien y que tiene entre sus fauces un bocado celestial.

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